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mesa, bajar y clavársela al cambalachero en la garganta, hasta que la punta salga por
detrás, por la nuca.»
Mi corazón lanzó un grito de jubiloso agradecimiento a Dios.
Seguí investigando.
¿Y el doctor Savioli?
No cabía duda alguna de que él se suicidaría si ella no lo salvaba. Las enfermeras no
le quitaban la vista de encima, lo habían aturdido con morfina, pero quizá si despertase de
repente quizás ahora precisamente y... y... no, no, ella tenía que irse, no podía perder
ni un minuto; me dijo que quería escribir a su marido y contárselo todo..., podría quedarse
con la niña, pero tenía que salvar al doctor Savioli. Quitaría de las manos de Wassertrum
la única arma que tenía y con la que la amenazaba.
Ella misma iba a descubrir el secreto, antes de que él pudiera delatarlo.
¡Usted no hará eso, Angelina! grité y pensé en la lima. Mi voz flaqueó por la alegría
y el júbilo de mi poder.
Angelina quería soltarse: la retuve.
Sólo una cosa más: recapacite usted: ¿creerá su marido sin más ni más al
cambalachero?
Pero Wassertrum tiene pruebas, sin duda mis cartas, quizá también una foto mía,
todo lo que estaba escondido en el escritorio del estudio de al lado.
¿Cartas? ¿Foto? ¿Escritorio? Yo ya no sabía lo que hacía: estreché a Angelina contra
mi pecho y la besé.
Su pelo rubio caía como un velo dorado sobre mi rostro.
Entonces la tomé por sus finas manos y le conté con vivas palabras que el enemigo
mortal de Wassertrum un pobre estudiante bohemio había traído las cartas y todo lo
demás a un lugar seguro y que las tenía yo en mi poder, bien guardadas.
Ella se arrojó a mi cuello; reía y lloraba a la vez. Me besó y corrió hacia la puerta.
Volvió otra vez y me besó de nuevo.
Después desapareció.
Yo estaba aturdido y sentía todavía la respiración de su boca en mi rostro.
Oí cómo las ruedas del coche y el rápido galope de las herraduras retumbaban en el
asfalto. En un minuto estaba todo de nuevo en silencio. Como una tumba.
También dentro de mí.
De repente la puerta se abrió detrás mío y Charousek apareció en mi habitación:
Perdone, señor Pernath, he estado llamando mucho rato, pero usted parece no
haber oído. Asentí en silencio.
Espero que no haya pensado que me he reconciliado con Wassertrum, al verme
hablar hace un momento con él. La sonrisa irónica de Charousek me decía que sólo
estaba bromeando . Usted debe saberlo: la suerte me favorece; ese canalla de allí abajo
comienza a aceptarme y a hacerme un lugar en su corazón, maestro Pernath. Es algo
muy singular, eso de la voz de la sangre añadió en voz baja, casi para sí mismo.
No entendía a lo que se refería con ello, y pensé que se me había escapado algo que
no había oído. La excitación por la que acababa de pasar vibraba aún demasiado fuerte
en mí.
Quería regalarme un abrigo continuó Charousek en voz alta . Lo he rechazado,
agradecido, por supuesto. Ya me calienta bastante mi propia piel. Además, me ha
obligado a llevarme dinero.
Estuve a punto de gritar: «¿Y usted lo ha aceptado?», pero él no dejó que pronunciara
una sola palabra.
El dinero, naturalmente, lo he aceptado. Todo en la cabeza me daba vueltas.
¿Aceptado? tartamudeé.
Nunca hubiera creído que se pudiera sentir una alegría tan pura en la tierra
Charousek se detuvo un momento e hizo un gesto . ¿No es acaso una sensación
alentadora ver por todas partes que la «previsión material» actúa con sabiduría y
circunspección en la economía de la naturaleza, como la mano de un economista?
Hablaba como un pastor y, mientras hablaba, jugueteaba con las manos en su bolsillo .
En verdad, siento como un deber sublime dedicar el tesoro se me ha confiado, hasta el
último céntimo, al más noble de los fines. ¿Estaba borracho o loco? Charousek cambió
súbitamente de tono : Hay algo cómico y satánico en el hecho de que Wassertrum se
pague a sí mismo... la medicina. ¿No cree?
Se despertó en mí la sospecha de lo que se escondía tras las palabras de Charousek,
y sus ojos enfebrecidos me estremecieron.
Pero, bueno, vamos a dejar esto ahora, maestro Pernath. Vamos a solucionar
primero los asuntos que tenemos entre manos. La dama de antes, era ella, ¿no? ¿Qué le
ha sucedido, qué le ha pasado para venir aquí públicamente?
Conté a Charousek lo que había pasado.
Wassertrum no tiene, con absoluta seguridad, ninguna prueba en su poder me
interrumpió alegremente , si no, no hubiera rebuscado esta mañana otra vez en el
estudio. ¡Es curioso que usted no lo haya oído! Ha estado allí una hora entera.
Me asombré de cómo podría saberlo todo con tanta exactitud y se lo dije.
¿Puedo? Como explicación tomó un cigarrillo de la mesa, lo encendió y añadió :
Mire usted, si abre ahora la puerta, la corriente que entra de la escalera arrastrará el
humo del tabaco en esa dirección. Ésta es quizá la única ley de la naturaleza que
Wassertrum conoce y, para cualquier eventualidad, ha mandado hacer en la pared del
estudio que da a la calle (usted sabe que la casa le pertenece a él) un pequeño agujero
oculto: una especie de ventilación, y en ella ha puesto una banderita roja. Así cuando
alguien entra o sale de la habitación, es decir, cuando abre la puerta, Wassertrum nota la
corriente desde abajo por el fuerte aleteo de la banderita. Pero en cualquier caso yo lo sé
añadió Charousek lentamente . Por eso, cuando siento curiosidad, puedo ver lo
mismo que él desde el agujero del sótano, en el que el destino piadoso me ha concedido
vivir. Este ingenioso invento es una patente del honorable patriarca, pero yo lo conozco
desde hace años.
¡Qué odio tan grande y sobrehumano debe tenerle para seguir así cada uno de sus
pasos! Además, como dice usted, ¡desde hace años! dije interrumpiéndolo.
¿Odio?, Charousek rió convulsivamente. ¿Odio? Odio no es la expresión. Todavía
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