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se temían entonces no se produjeron. El hambre, por ejemplo. Aun sin emplear toda la
tierra y el mar disponibles logramos alimentar a todo el mundo, con posibilidades para el
doble de población, mediante la aplicación de calorías. Cuando ustedes partieron,
millones de personas morían lentamente de hambre. Ahora no existe tal cosa.
»También estaban preocupados por la criminalidad. Leí que no se podía circular por las
calles de Nueva York o de Hong Kong sin un guardaespaldas. Sin embargo, cuando todos
estuvieron mejor cuidados y educados, cuando la psicometría avanzó lo bastante como
para permitir la detección de un criminal en potencia a la edad de seis años y pudimos
aplicar una terapia correctiva eficaz, los crímenes más peligrosos empezaron a declinar;
de eso hace ya veinte años. Probablemente hay menos crímenes serios en el mundo
entero de los que había por entonces en una gran...
 Todo eso está muy bien  interrumpió el general, con un gruñido que decía a las
claras todo lo contrario , pero no coincide por completo con lo que me han dicho. ¿A qué
llama usted «crímenes serios»? ¿Y qué pasa con los otros?
 Oh, crímenes serios son el asesinato, el asalto, la violación; todos los delitos graves
contra el ser humano en sí han desaparecido por completo. Todavía hay delitos contra la
propiedad: pequeños robos, vandalismo, residencias ilegales...
 ¿Qué diablos es eso de «residencia ilegal»?
El sargento Siri vaciló antes de responder, con gazmoñería:
 No se debe privar a otros de espacio vital adquiriendo ilegalmente propiedades.
Alexandrov levantó la mano.
 ¿Eso significa que ya no hay propiedad privada?
 Claro que la hay. Yo, por ejemplo, era dueño de mis propias habitaciones antes de
que me reclutaran. Pero hay ciertos límites.
Por alguna razón el tema parecía resultarle embarazoso. Tal vez habían surgido
nuevos tabúes. Luthuli preguntó:
 ¿Qué hacen con los criminales? Con los peligrosos, claro. ¿Siguen lavándoles el
cerebro?
Fue evidente que Siri se sentía aliviado al cambiar de tema.
 ¡Oh, no! Ese método se considera como primitivo y bárbaro. Ahora inculcamos en
ellos una personalidad nueva y saludable; después se les rehabilita y la sociedad les
recibe nuevamente sin prejuicios. Da muy buenos resultados.
 ¿Hay cárceles, prisiones?  preguntó Yukawa.
 Supongo que un centro de corrección puede considerarse como cárcel, puesto que
mientras los internos reciben terapia se les retiene contra su voluntad; pero también
podemos argüir que fue el mal funcionamiento de la voluntad lo que les condujo hasta allí.
Como yo no pensaba convertirme en criminal, había cosas que me interesaban más.
 El general dijo que media población está parada y que tampoco podremos conseguir
buenos empleos. ¿Qué opina usted?
 No sé qué significa «estar parado». ¡Ah, se refiere usted a las personas sin empleo
que reciben subsidio del gobierno!.Es cierto, el gobierno se encarga de mantener a la
mitad de la población. Yo nunca tuve trabajo antes de que me reclutaran. Era compositor.
Pero este asunto del desempleo crónico tiene dos caras, ¿no se dan cuenta? El mundo y
la guerra pueden funcionar perfectamente con sólo uno o dos billones de personas, pero
eso no significa que los demás nos quedemos cruzados de brazos. Todos los ciudadanos
tienen derecho a dieciocho años de educación gratuita, de los cuales catorce son
obligatorios. Esto, sumado a la falta de necesidad de trabajar, ha producido un
florecimiento de los estudios y de la actividad creativa, en una proporción inigualada en
toda la historia de la humanidad. ¡Hoy hay más artistas y escritores que durante los dos
mil años de la era cristiana! Además, sus obras llegan a un público tan amplio e instruido
como no lo hubo nunca.
Era algo en lo que había que pensar. Rabí alzó la mano.
 ¿Tienen algún Shakespeare, un Miguel Ángel? La cantidad no quiere decir nada.
Siri se apartó el pelo de los ojos con un gesto auténticamente femenino.
 Esa pregunta no es justa. Esas cosas debe juzgarlas la posteridad.
 Sargento Siri  dijo el general , cuando hablábamos usted y yo, ¿no dijo acaso que
vivía en un edificio similar a una enorme colmena, que ya nadie podía ahora vivir en el
campo?
 Bueno, es cierto que nadie puede vivir en tierras aptas para el cultivo, señor. Y donde
yo vivo, es decir, donde vivía, el Complejo Atlanta, tengo siete millones de vecinos en lo
que técnicamente puede considerarse un solo edificio. Eso no quiere decir que estemos
apretados. Cualquiera puede bajar en el ascensor cuando le plazca e ir a caminar por el
campo y llegar hasta el mar, si así lo desea. Será mejor que se hagan a una idea: muchas
de las ciudades actuales no tienen la menor semejanza con las antiguas aglomeraciones
de edificios realizados según el capricho de cada propietario. La mayor parte de las
metrópolis fueron reducidas a cenizas durante los motines del hambre, en 2004,
precisamente antes de que las Naciones Unidas se encargaran de la producción y
distribución de alimentos. Por lo general, los planificadores de las nuevas ciudades las
edificaron siguiendo criterios más modernos y funcionales. París y Londres, por ejemplo,
debieron ser reconstruidas por completo. Lo mismo ocurrió con casi todas las capitales
del mundo, aunque Washington sobrevivió; sin embargo, ahora es sólo un grupo de
monumentos y edificios, pues casi todo el mundo vive en los complejos circundantes:
Reston, Frederick, Columbia...
Después Siri mencionó pueblos y ciudades determinados, pues todos querían noticias
de su tierra natal, y las cosas empezaron a parecemos, en general, mucho mejores que al
principio.
En respuesta a una pregunta bastante poco discreta, Siri afirmó que no usaba
cosméticos sólo por ser homosexual; todo el mundo se maquillaba en la Tierra. Por mi
parte decidí comportarme como un inconformista y mantener la cara limpia.
Nos unimos a los sobrevivientes de la Esperanza de la Tierra II para regresar con ellos
a la Tierra, en tanto los especialistas estudiaban los daños sufridos por la Aniversario. El
comodoro debía presentarse a interrogatorio, pero hasta donde pudimos saberlo no
habría corte marcial para él.
En el viaje de retorno la disciplina fue bastante laxa. En aquellos siete meses leí treinta
libros, aprendí a jugar algo, di clases elementales (y pasadas de moda) sobre temas de
física y fortalecí aún más mi relación con Marygay.
7
No se me había ocurrido, pero en la Tierra éramos verdaderas celebridades. Al llegar a
Móndale, el Sec-Gen saludó personalmente a cada uno de nosotros; era un hombrecito
negro, muy anciano, llamado Yakiby Ojukwu. La pista de aterrizaje estaba rodeada por
miles, tal vez millones de espectadores, que trataban de acercarse todo lo posible. El Sec-
Gen pronunció un discurso para la multitud y los periodistas; después los oficiales
superiores de la Esperanza farfullaron las tonterías de costumbre, mientras los demás
esperábamos, más o menos pacientemente, en el calor tropical.
Un gran helicóptero nos llevó hasta Jacksonville, donde estaba el aeropuerto
internacional más próximo. La ciudad en sí había sido reconstruida según las
descripciones de Siri. Era algo impresionante.
Al principio nos pareció una solitaria montaña gris, un cono ligeramente irregular; surgió
lentamente en el horizonte y fue creciendo poco a poco. Estaba situada en el centro de
una extensión cultivada aparentemente infinita; rutas y carreteras convergían hacia ella
por decenas. Aunque uno podía ver aquellas autopistas como finas hebras blancas sobre
las que se arrastraban microscópicos insectos, la mente se negaba a integrar esa [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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