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punto, digo que considero capaces de poder sostenerse por sí mismos a
los que, o por abundancia de hombres o de dinero, pueden levantar un
ejército respetable y presentar batalla a quienquiera que se atreva a
atacarlos;300 y considero que tienen siempre necesidad de otros a los
que no pueden presentar batalla al enemigo en campo abierto, sino
que se ven obligados a refugiarse dentro de sus muros para defender-
los.301 Del primer caso ya se ha hablado, y se agregará más adelante lo
que sea oportuno. Del segundo caso no se puede decir nada, salvo
aconsejar a los príncipes que fortifiquen y abastezcan la ciudad en que
residan y que se despreocupen de la compañía.302 Quien tenga bien
fortificada su ciudad, y con respecto a sus súbditos se haya conducido
de acuerdo con lo ya expuesto y con lo que expondré más adelante,
difícilmente será asaltado; porque los hombres son enemigos de las
empresas demasiado arriesgadas, y no puede reputarse por fácil el
asalto a alguien que tiene su ciudad bien forticada y no es odiado por
298
Como Francia con las conscripciones, embargos, etc. (G)
299
No vale nada (G).
300
Con mayor razón cuando pueden atacar y hacer temblar a todos los otros
(G).
301
¡Triste cosa! No la querría yo (G).
302
Esto no me incumbe (G).
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el pueblo.303 Las ciudades de Alemania son libérrimas; tienen poca
campaña, y obedecen al emperador cuando les place,304 pues no le
temen, así como no temen a ninguno de los poderosos que las rodean.
La razón es simple: están tan bien fortificadas que no puede menos de
pensarse que el asedio sería arduo y prolongado.305 Tienen muros y
fosos adecuados, tanta artillería como necesitan, y guardan en sus
almacenes lo necesario para beber, comer y encender fuezo durante un
año;306 aparte de lo cual, y para poder mantener a los obreros sin que
ello sea una carga para el erario público, disponen siempre de trabajo
para un año en esas obras que son el nervio y la vida de la ciudad. Por
último, tienen en alta estima los ejercicios militares, que reglamentan
con infinidad de ordenanzas.307
Un príncipe, pues, que gobierne una plaza fuerte, y a quien el
pueblo no odie, no puede ser atacado; pero si lo fuese, el atacante se
vería obligado a retirarse sin gloria, porque son tan variables las cosas
de este mundo que es imposible que alguien permanezca con sus ejér-
citos un año sitiando ociosamente una ciudad.308 Y al que me pregunte
si el pueblo tendrá paciencia, y el largo asedio y su propio interés no le
harán olvidar al príncipe, contesto que un príncipe poderoso y valiente
superará siempre estas dificultades, ya dando esperanza a sus súbditos
de que el mal no durará mucho, ya infundiéndoles terror con la ame-
naza de las vejaciones del enemigo, o ya asegurándose diestramente
303
Me he encontrado, sin embargo, en este caso; pero me aprovecharé de la
primera ocasión para fortificar mi capital, sin que adivinen el verdadero
motivo (E).
304
Son venales. (Cristina de Suecia.)
305
Bueno para el tiempo pasado. Además, no se trata aquí de agresores fran-
ceses (G).
306
¿Qué plaza resistirá tanto tiempo si es atacada en forma sin ser socorrida?
(Cristina de Suecia.)
307
De qué sirvieron estas precauciones contra nuestro ardor en Alemania y
Suiza? (RC).
308
No ando rondando un año, sin hacer nada, bajo los muros ajenos (RC).
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de los que le parezcan demasiado osados.309 Añadiremos a esto que es
muy probable que el enemigo devaste y saquee la comarca a su llega-
da, que es cuando los ánimos están más caldeados y más dispuestos a
la defensa; momento propicio para imponerse, porque, pasados algu-
nos días, cuando los ánimos se hayan enfriado, los daños estarán he-
chos, las desgracias se habrán sufrido y no quedará ya remedio
alguno. Los súbditos se unen por el lo más estrechamente a su prín-
cipe, como si el haber sido incendiadas sus casas y devastadas sus
posesiones en defensa del señor obligara a éste a protegerlos.310 Está
en la naturaleza de los hombres el quedar reconocidos lo mismo por
los beneficios que hacen que por los que reciben. De donde, si se con-
sidera bien todo, no será difícil a un príncipe sabio mantener firme el
ánimo de sus ciudadanos durante el asedio, siempre y cuando no ca-
rezcan de víveres ni de medios de defensa.311
309
El mejor y aun el único medio es contenerlos a todos por igual empleando
el terror; oprimidos, y no se sublevaran ni osarán respirar (RI).
310
Sea o no así, me da lo mismo. No lo necesito (RI).
311
Con qué defenderse, que es lo esencial (RI).
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CAPITULO XI
DE LOS PRINCIPADOS ECLESIASTICOS
Sólo nos resta discurrir sobre los principados eclesiásticos, res-
pecto a los cuales todas las dificultades existen antes de poseerlos,
pues se adquieren o por valor o por suerte, y se conservan sin el uno ni
la otra, dado que se apoyan en antiguas instituciones religiosas que
son tan potentes y de tal calidad, que mantienen a sus príncipes en el
poder sea cual fuere el modo en que éstos procedan y vivan.312
Estos son los únicos que tienen Estados y no los defienden; súb-
ditos, y no los gobiernan.313. Y los Estados, a pesar de hallarse inde-
fensos, no les son arrebatados, y los súbditos, a pesar de carecer de
go1bierno, no se preocupan, ni piensan, ni podrán sustraerse a su
soberanía. Son, por consiguiente, los únicos principados seguros y
felices.314 Pero como están regidos por leyes superiores, inasequibles a
la mente humana, y como han sido inspirados por el Señor, sería ofi-
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