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la línea.
El coronel Tremont estaba echado sobre su manta, tieso, enroscado,
mirando sin ver. Oliver se arrodilló a su lado y le cerró los ojos fijos, secos. El
coronel había muerto en las últimas horas, no importaba cuándo.
-Lo lamento -dijo Miles con sinceridad-. Lamento haber llegado tarde.
-Bueno, bueno -contestó Oliver. Se puso de pie, se mordió el labio, meneó la
cabeza y no dijo ninguna otra cosa. Miles, Suegar, Tris y Beatrice le ayudaron a
llevar el cadáver con ropa, taza y todo, a la pila de basura. Oliver puso la barra
de rata que le había reservado bajo el brazo del muerto. Nadie trató de saquear
el cuerpo cuando ellos se fueron, aunque ya habían saqueado a otro que yacía
en las mismas condiciones, desnudo y de lado.
Poco después tropezaron con el cuerpo de Pitt. Probablemente había
muerto por estrangulamiento, pero tenía la cara tan golpeada que el color rojo
de las mejillas y los labios no era una señal segura.
Tris, en cuclillas junto al cuerpo, miró a Miles en una reestimación lenta de
su forma de actuar.
-Creo que, después de todo, tal vez tenías razón sobre el poder, hombrecito.
-¿Y sobre la venganza?
-Pensé que nunca me saciaría de vengarme -suspiró ella, mirando el cuerpo
que yacía a su lado-. Sí... sobre eso también.
-Gracias. -Miles empujó el cuerpo con el dedo gordo del pie-. Y no te
equivoques. Es una pérdida para nosotros.
Miles hizo que Suegar dejara que otro llevara el cadáver a la pila de basura.
Formó un consejo de guerra justo después del reparto de comida. Los que
habían llevado el cuerpo de Tremont, que Miles consideraba ahora sus
generales, y los catorce líderes de grupo se reunieron a su alrededor en un
lugar cerca de las fronteras del grupo de las mujeres. Miles caminaba de un
lado a otro frente a ellos, gesticulando con fuerza.
-Quiero felicitar a los líderes de grupo por su trabajo excelente y al sargento
Oliver por haberlos elegido. Esto nos ha permitido lograr, no sólo la alianza con
la gran mayoría de los habitantes del campo, sino también tiempo. De ahora en
adelante cada comida funcionará un poco mejor que la anterior y será un
ejercicio para la siguiente.
»Y no os equivoquéis. Esto es un ejercicio militar. Estamos en guerra otra
vez. Ya hemos logrado que los cetagandanos hayan quebrado su muy
calculada rutina y hayan hecho un movimiento nuevo. Nosotros actuamos. Y
ellos reaccionaron. Aunque os parezca increíble, la ventaja de la ofensiva ha
estado en nuestras manos.
»Ahora empezaremos a planear la estrategia siguiente. Quiero que penséis
cuál será el próximo desafío a que nos enfrentarán los cetagandanos. -En
realidad, quiero que penséis. Y punto-. Aquí termina el sermón. Comandante
Tris, usted sigue. -Miles se obligó a sentarse con las piernas cruzadas para
dejar el campo libre a su elegida, lo quisiera ella o no. Se recordó que Tris
había sido oficial de campo, no de oficinas y que necesitaba la práctica más
que él.
-Por supuesto, pueden enviarnos menos comida, como ya hicieron antes
-empezó ella después de aclararse la garganta-. Se dice que así fue como
empezó todo. -Su mirada se cruzó con la de Miles, que asintió como para darle
ánimo-. Eso quiere decir que vamos a tener que empezar a contar cuánta
gente hay y hacer turnos rotativos estrictos para dividir las raciones en caso de
que no haya para todos. Cada líder de grupo elegirá un lugarteniente y un par
de ayudantes para controlar las cifras.
-Otro movimiento igualmente perturbador que podrían intentar los
cetagandanos -interrumpió Miles sin poder resistirse a la tentación-, es enviar
demasiada comida para enfrentarnos al problema, muy interesante por cierto,
de cómo dividir los extras. Creo que tenemos que pensar en eso. -Sonrió a Tris
con gesto inocente.
Ella alzó una ceja y siguió adelante:
-Tal vez también traten de dividir la comida en varios montones, para
complicarnos el problema de controlar el reparto correctamente. ¿Se os ocurre
algún otro truco sucio en que podamos pensar? -preguntó y no pudo dejar de
mirar a Miles.
Uno de los líderes de grupo levantó la mano con algunas dudas.
-Señora... ellos nos están escuchando. ¿No le parece que les estamos
dando ideas?
Miles se levantó para contestar a eso con toda su fuerza.
-Claro que nos escuchan. Sin duda, tenemos toda su atención. -Hizo un
gesto obsceno hacia la cúpula- Que escuchen. Cada movimiento que hagan es
un mensaje desde fuera, una sombra que marca la forma que tienen, una
información acerca de ellos. Sabremos utilizarla.
-¿Y si nos vuelven a cortar el aire? -dijo otro líder de grupo con un tono tan
cargado de dudas como el primero.
-Entonces -dijo Miles con suavidad-, perderán la posición que tanto les ha
costado ganar en la Comisión judicial. Es un golpe de propaganda que les ha
servido de mucho últimamente, sobre todo desde que nuestro lado, en medio
de la presión de la crisis que tenemos en casa, no ha sido capaz de mantener a
sus propias tropas en buenas condiciones, y mucho menos a los cetagandanos
que capturamos. Los cetagandanos, cuyo punto de vista propagandístico es
que están compartiendo el gobierno imperial con nosotros por generosidad
cultural, dicen que esto es una muestra de la superioridad de su civilización y
sus buenos modales...
Algunas risas burlonas indicaron el punto de vista de los prisioneros al
respecto y Miles sonrió y siguió adelante.
-La tasa de mortalidad de este campo es tan extraordinaria que ha llamado
la atención del Comité judicial. Los cetagandanos se las han arreglado para
justificarla en tres inspecciones distintas del comité, pero un ciento por ciento
sería demasiado alto e injustificable hasta para ellos. -Un temblor como para
expresar acuerdo, la rabia reprimida, recorrió al auditorio como una corriente
amarga.
Miles se sentó de nuevo. Oliver se inclinó hacia él y le susurró:
-¿Cómo diablos sabes todo eso?
Miles hizo una mueca.
-¿Ha sonado convincente? Bien.
Oliver volvió a acomodarse en la silla, muy tenso.
-No tienes ningún tipo de inhibición, ¿verdad?
-No en un combate. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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